Un impulso es un deseo repentino, muchas veces automático, de actuar, motivado más por las emociones, los hábitos o estímulos externos que por una reflexión consciente. En algunas situaciones, los impulsos pueden ser útiles. Las personas impulsivas pueden aprovechar oportunidades inesperadas, expresar sus ideas con rapidez y adaptarse ágilmente a los cambios o a situaciones de peligro.
Sin embargo, en muchos casos (especialmente al comunicarnos, tomar decisiones o responder emocionalmente) actuar de forma impulsiva puede llevarnos a hacer cosas de las que luego nos arrepintamos, como apostar compulsivamente a juegos de azar o cometer abusos sexuales. Lo importante es encontrar un equilibrio.
Es fundamental aprender cuándo es adecuado y cuándo no lo es actuar de forma impulsiva, y usar esa conciencia para tomar decisiones más acertadas.
Todas las personas somos impulsivas en mayor o menor medida, pero algunas lo son más que otras. Las características principales de la impulsividad son la impaciencia, las reacciones rápidas y no planificadas, y la escasa preocupación por las consecuencias a largo plazo. Todo esto se resume muy bien en la expresión: “Actúa primero, piensa después”.
Este módulo está estrechamente relacionado con los de “Desencadenantes personales”, “Análisis situacional” y “Tómate un respiro”. A continuación, encontrarás algunos ejercicios y trucos para ayudarte a actuar con mayor reflexión, paciencia y conciencia de las consecuencias; o dicho de otro modo:
Cómo entrenarte para "Pensar primero, actuar después"